Gibbens Revolus, su esposa Lugrid y su hijo de 2 años Diego, han tenido que vivir en carne propia el desprecio, racismo y luchas de muchos inmigrantes haitianos al emprender el difícil viaje a la frontera entre Estados Unidos y México desde Chile
Gibbens Revolus, su esposa Lugrid y su hijo de 2 años Diego, han tenido que vivir en carne propia el desprecio, racismo y luchas de muchos inmigrantes haitianos al emprender el difícil viaje a la frontera entre Estados Unidos y México desde Chile, para terminar igual que alrededor de 15.000 haitianos en condiciones insalubres en el Puente Internacional en Del Río, Texas a la espera de asilo.
Revolus ha buscado oportunidades desde que su país entró en una crisis creciente debido a las secuelas del terremoto devastador, inestabilidad política debido a la muerte del presidente Jovenel Moïse en julio, además de una ola de violencia de pandillas y secuestros incontrolables.
Gibbens emprendió su viaje de Haití a Chile, donde pudo encontrar un trabajo en una carnicería, almacenando refrigeradores y estantes, con el cual apenas le alcanzaba para el sustento básico de vida. Sin embargo, luego las actitudes hacia los haitianos cambiaron. «Dos compañeros de trabajo intentaron apuñalarme», dice Revolus, quien estaba en Chile con una visa de trabajo.
Sintiendo esa presión creciente en Chile decidió comenzar su viaje a la frontera de EE.UU. a principio de este año, en donde según él, vivieron un infierno que les tomó 3 meses de viaje en autobús, varios días caminando y cruzar de Colombia a Panamá en un bote repleto, para al final terminar siendo deportados por la patrulla fronteriza el 27 de septiembre.
“Solo buscábamos una vida mejor, pero nos dieron marcha atrás” … “Luego de cada una de las décadas de intromisión estadounidense en los asuntos de Haití, realmente creía que se me permitiría pedir asilo en la frontera” afirma Gibbens hablando por celular a partir de Puerto Príncipe.
Ahora Revolus y su familia, al igual que muchos otros inmigrantes haitianos; permanecen de regreso en un territorio donde el estado de derecho parece haberse derrumbado.